July 31, 2021
June 15, 2021
primerapersona
Porque eres el cisne que se refleja en solitario a sí mismo
Laurela
El confinamiento es un exceso de primera persona. Nos hemos mirado tanto a nosotros mismos, que a ratos no es difícil caer agotado. En la distopía del presente, tampoco es inusual paralizarse. Eso me pasa, me ha pasado. Entre el caudal de información, los desmentidos y las paranoias de turno, todos flagelos amplificados en ese pantano llamado redes sociales, la simple búsqueda de refugio es señal de vida.
Hoy la falta de concentración no favorece la lectura y escritura de ningún tipo, pero siempre se puede salir del letargo. Además, últimamente solo me conformo con no perder mi condición de lector. Por suerte conseguí dos libros que me han entusiasmado: Las heridas (2021) de Arelis Uribe y Salvapantallas (2015) del costarricense Luis Chaves. Un par de libros hermosos que otorgan inmunidad contra esta realidad tan chata. El primero, una serie de memorias que la autora chilena ha definido como crónica autobiográfica. El segundo, una novela escrita por un poeta salpicada por recuerdos de infancia y juventud, presentados en formato de diario/fragmentos.
La brevedad precisa de estos dos volúmenes, que apenas superan las cien páginas, es un bálsamo que conmueve por los lugares y momentos que revisitan. Si en el encierro han salido a flote nuestros fantasmas del pasado, nuestro origen y especialmente lo que nos constituye, leer a otros recordar sus vicios y virtudes resulta grato y a la vez demoledor. Un exceso bonito de primera persona, que esquiva la nostalgia persé y es mejor que mirar cualquier serie de moda.
"Ojalá pudiera transmitir la sensación de apretuje, de ahogo, de oscuridad", se lee en Las heridas cuando Uribe describe parte de su pasado familiar. La escritura funciona aquí como la habilidad de sobreponerse y encontrar sentido, especialmente si vienes de un entorno que no ha sabido de privilegios. Aunque temas como la muerte, en este caso la del padre, además de una ruptura sentimental, cubren toda la obra, queda un sabor a extraño triunfo, a finalmente haber podido ver muy temprano las comisuras de un modelo que agobia, del que finalmente se debe salir para respirar y sobrevivir. En ese ejercicio, por cierto, podemos acumular muchas heridas.
Lo de Chaves es un poco de aire fresco. Como fan de sus versos, tratar con su prosa es puro deleite. Salvapantallas muestra un pesimismo enmascarado, a la vez ejercita un humor que sirve de conexión entre diversos pasajes y memorias. Descreído como siempre, el tico atrapa con fragmentos que descubren viajes o zigzagueos de juventud, que dejan un registro poético del paso del tiempo. Aquí hay desde torpes encuentros amorosos y reflexiones sobre la vida o la paternidad, hasta sabrosas anécdotas como el histórico y breve paso de la selección de fútbol de Costa Rica en el mundial del 90. Es todo tan variopinto que es imposible aburrirse.
A veces verse a sí mismo puede traer mucha paz. Espero que en estos tiempos cada uno pueda encontrar su propio refugio.
October 28, 2019
Panfletos
-¡Se prohíbe cantar!
¿Oyeron?
Se prohíbe cantar.
Qué buen título
para una canción.
May 12, 2018
pronta entrega
Una hoja
una pálida hoja cae,
se mezcla conmigo, con la tierra.
#Emiliana Pereira Salazar
Hace tiempo leí Qué sabe Peter Holder de amor, del escritor chileno Vladimir Rivera Órdenes. Son de esos libros que te encuentran en la biblioteca pública. Luego los compras, los lees de vez en cuando, más tarde regresas a ellos siempre. "Nocturama", uno de los cuentos de ese volumen, es un puzzle de silencios y soledad. Muchas soledades. Personajes que ven, quizá presienten, su propio deterioro emocional, pero no son capaces de anticiparse (menos eludir) a sus desgracias. Y esto, disfrazado de lirismo, o con guiños a la poesía con escenario de provincia, se vuelve algo bello, triste, tristísimo. Pero especialmente algo muy bello.
"Simplemente estoy condenado a la soledad", dice alguien en "Nocturama". Rivera Órdenes, que es oriundo de Parral, que es hijo de detenido desaparecido y que ama el cine de ficción y horror, tiene un especial don para describir la muerte o la soledad. Probablemente la suya, la misma de Vladimir, el niño protagonista de Juegos florales (2017), su primera novela, acaso una extensión de ese magnífico "Nocturama" y sus relatos satélites.
A ratos parece que todo es disparatado, inconexo, que los personajes carecen de profundidad o que hay trampas en el relato, como en algún texto de Aira. Pero no es tan así. Personajes como la señora Mercedes, mamá da Vladimir, son pura ternura y compasión. "Eres especial, mi niño, muy especial", le dice a su hijo, luego Rivera Órdenes sentencia: "Entonces Vladimir vio la solitaria vida que tienen los seres especiales en este mundo".
Vladimir, que quiere ser escritor, a pesar de sus lecturas y escrituras no pasa nunca de curso. Admira a escritores muertos, se la pasa pensando o preguntando cuáles son los escritores vivos, a veces obtiene alguna mención honrosa en un concurso. Su papá también es poeta, uno reconocido en Parral y alrededores. Pero Vladimir lucha con la inminencia de un problema mayor: perder la razón. Probablemente ni siquiera existe. Quién sabe.
Por un momento presenciamos nuestro propio dilema cotidiano. Vemos cómo el resto aparentemente se transforma, moviliza o acierta, mientras algunos siguen en la urgencia de decidir cómo proceder. Aunque a lo mejor nadie cambia o gana mucho, porque como en la novela, los incentivos no pasan de un diploma o unas palabras de alivio. Como Vladimir, copiamos moldes, a veces canciones, las hacemos pasar por propias, para que pronto alguien nos traiga de regreso a la tierra, recordándonos que solo estamos copiando.
*****
January 29, 2018
Nombre del playlist: Casas el orto ✍
Ya habrá seguramente otro en este mundo desquiciado quieriendo hacer un ensayito del argentino Fabián Casas, a partir de los propios ensayitos del escritor o alguno de sus libros, descubiertos o redescubiertos con fervor en el último lustro por entendidos e iniciados. De todas maneras aquí va otro intento.
Leer o releer a Casas es a menudo encontrarse con historias de amor y fracaso, siempre con una cuota de ironía y humor, quizá propias de la idiosincrasia argentina. Sus poemas son miniaturas de sus ficciones, mientras que sus ensayos son relatos encubiertos. Casas no es, digamos, mesita de noche de nadie, aunque entretenga. Su prosa es peligrosa, como en toda buena literatura. Por eso personajes como La Giganta, que aparece en su novela Titanes del coco (2015), al comienzo provoca risa y pavor, pero al rato nos intriga y entusiasma.
"Te dicen La Giganta por el poema de Baudelaire", le dice La Porota, otro de los varios personajes de la novela, todos atrapados en la redacción de un diario. Un diario lleno de tramas y calumnias, cómo no. "No sé quién es Baudelaire", responde La Giganta. Y parece que leemos un gag, una viñeta de fin de semana. Casas, como en sus Ensayos bonsai (2007), cubre las anécdotas con imaginación, sin querer hacerse el ingenioso te saca un sonrisa, pero también te lleva con un par de líneas a lo más oscuro de un túnel.
"Como, cago, duermo; soy una biología que no tiene rumbo", anota el personaje de Ocio (2000), acaso la novela más celebrada de Casas, que expone la intimidad de una familia fracturada. A falta de objetivos y "hundido en el ocio", el protagonista se vuelca a la literatura. Come y caga. Duerme. En Ocio los silencios de Casas alcanzan una tensión difícil de asimilar, el ritmo del relato nos acerca a la poesía, porque después de todo Casas es un poeta que expande su campo de acción, que tiene textos capaces de encajar en diferentes géneros. Por eso los simples lectores del hombre de Boedo debemos buscar respuestas (o incógnitas) en varios de sus escritos. Hacer un mix de sus textos, como si se tratara de un playlist. Al menos eso intento hacer yo. Es que el argentino, como un buen playlist, tiene de lo que le pidas. Tengo un par de pruebas:
Una día salí del metro y me encontré con la Alameda repleta de fans del Papa. Al rato pasó el mismísimo y siniestro Papa, en el Papamóvil. Esa misma noche, en un ensayo de Casas, leí sobre El Papa: "No le pidamos peras al olmo. El Papa no puede aprobar el aborto porque es el gerente de contenidos de la Iglesia Católica y labura de eso".
Otro día estaba cerca del mar, se me ocurrió llevar Tuca, poemario inaugural de Casas publicado en 1990, un librito que entra en un bolsillo pero tiene ínfulas de clásico. Ahí estaban estos versos:
Aquí en la playa
las cosas parecen adquirir una letanía.
Escucho una canción
de alguna radio hundida en la arena.
En el horizonte hay un barco detenido.
El olor a bronceador,
las moscas
y el ruido de botellas vacías
conforman el peso
de nuestra presencia en la costa.
*****
January 23, 2018
Suban, si les parece
July 28, 2017
apariciones
Preferiría cualquier cosa menos esta afasia que es no verte más, olvidarte de a poco. Y al mismo tiempo verte en cada esquina, sentada en esas micros, mirándome en algún negocio. Es también verte en los lugares más insólitos, cuando pienso que ya no te pienso. Pero te sigo viendo y a veces creo que necesito algo más que simple voluntad. Porque te veo de repente en la plaza, en los libros que leo, en los labios que beso, en las sábanas que comparto.
August 02, 2015
June 20, 2015
invierno
Como en el poema de Baudelaire, la música es a veces para mí una nave que me transporta a lugares que no existen. Caigo, por ejemplo, en el ridículo de imaginar una vida impecable, distinta de la que llevo, sin sus carencias e imperfecciones.
Guadalupe Nettel | Después del invierno (pág. 56)
March 22, 2015
cosas simples
Estoy tranquilo
aquí
en el living
de la casa
en silencio
leyendo
cierro los ojos
duermo un rato
y despierto.
Raúl Hernández | Cosas simples